La noche que el “Zorrito” Aguirre jamás olvidará
Jueves 18 de febrero del 2010. Una noche tibia, espesa, calurosa. Había ganado la “U” y era turno de Alianza de ensordecer al rival. Cegarlo. No dejarlo pensar ni mucho menos actuar. Matute está casi lleno. El rival, Estudiantes, venía con el cartel de campeón sudamericano. Pero para Alianza, eso no contaba. Eran once contra once. En realidad, ellos eran Verón más diez. No podría decir lo mismo de Alianza porque Montaño no es el mismo de antes. Perdón, Alianza no es el mismo de antes. Y es que, Alianza Lima no es más un equipo que depende de un jugador. Es un conjunto de peones que tiene una labor en mente. Que laburan como si fuesen practicantes. Ante el apoyo insaciable de su hinchada, los "grones" se presentaban. Así, se dio inicio a lo que sería una victoria categórica. A un juego exquisito. Pícaro. Un resultado que el hincha aliancista no podrá olvidar jamás. Que no se cansará de ver los goles y, mucho menos, dejará de alardear. Cuatro goles contra uno. Sí. Una goleada al sub campeón del mundo. Pero sin duda que el resultado quedó opacado. Olvidado. Minimizado por un hombre que salió de su cascarón. Alguien que se cansó de bailotear, picar, driblar, atolondrar y, sobre todo, anotar. Wilmer Aguirre. Sí, el mismo que fue criticado cuando anotó 19 goles el año 2008 y salvó a Alianza del descenso. Esta vez el “zorrito” se olvidó de todo. Hasta que jugaba en Alianza y que al principio no era tomado en cuenta por Costas. Que el periodismo lo lapidó por sus malas actuaciones. Esta noche salió motivado a la cancha. Quizás por el hecho que Sabella, técnico de Estudiantes, lo haya elogiado a su llegada al Perú. O, de repente, para demostrarle al mismo que puede tener un espacio en su equipo. Sea como sea, Aguirre brilló por sí mismo. No necesitó de los alagos de Niembro y compañía para ser lo que siempre fue. Un delantero potente y veloz. Algo que no vemos acá y esperamos a que vengan otros para recién saber ante quién estamos. La actuación soñada para todo jugador. Tres goles y un servicio para el cuarto. El más hincha de Cristal, de repente, podrá decir que se vistió de Julinho cuando bailó al colorado McAllister aquella noche que los "rimenses" vencieron a Racing 4 a 1 en el Nacional. Lo cierto es que Wilmer Aguirre simplemente fue él mismo. En su labor de siempre. Aprovechar los servicios largos de Henry Quinteros, quien cada vez pasa mejor, para el pique largo y buscárselas como pueda. Solo frente al mundo. Así es básicamente como el “zorrito” anotó el primer gol, el segundo y el tercero. En el primero de los tres que marcó, desbordó por derecha humillando a dos jugadores argentinos y remató un cañonazo. Primer gol de Aguirre. Luego, peleó, solo, un rechazo del negro González con Clemente Rodríguez y marcó el segundo de su cuenta personal. Finalmente, otro rechazo del paraguayo termina en sus pies, opta por la personal y define de zurda desde fuera del área. Esta vez, y como siempre, Aguirre jugó para creyendo en él. Lo destacado es que, hoy, supo matar al rival, concretar las que tuvo, fue inequívoco. Pero no solo jugó para él, sino también para Alianza, para la gente y para los empresarios. Ante los ojos del mundo, Aguirre quedó como un Messi. El reto es, ahora, mantener el nivel mostrado esta noche. Demostrar que no solo fue cosa de un día, de unas horas, de un partido. Aguirre tiene con qué. Velocidad más potencia. Y desde hoy, definición. A sus 26 años, Wilmer Aguirre, no debe rendirse y mucho menos agrandarse. Debe ser lo que siempre fue. Un delantero peligroso capaz de buscar el gol por sí solo y al servicio de su hinchada. Y no de algunos que salen a decir que fue gracias a ellos que Aguirre se quedó en Alianza y que pusieron toda su confianza en él.