Que todos los españoles pongan el grito en el cielo. Que su aliento se prolongue hasta el Soccer City. Que las lágrimas de Casillas signifiquen la gloria y el beso a su novia, el amor a una España vestida de blanco.
En el día más esperado, la final, cumplió. España es un justo campeón mundial en Sudáfrica 2010.
Porque tuvo paciencia. Porque se cansó de elaborar peligro en el área rival. Y porque nunca dejó de tener el balón. Si España tiene un mérito es no dejar jugar al rival, y lo que es peor, regalarle el esférico. Indudablemente tiene dos jugadores que poseen una calidad estupenda. Incapaces de perder o errar un pase. Xavi e Iniesta. Dos hombres que entienen el fútbol como lo que es. Un juego simple de toque. Y si a eso le sumamos su capacidad creativa dentro de la cancha, los convierte en futbolistas modernos, marketeros. Porque siempre tienen una propuesta distinta. Un juego impredecible. Y que su intención no es ser famosos, sino hacer famosos a otros. En el fondo un Carles Puyol en lo suyo. Un líder, un capitán que transforma su experiencia en compromiso, obligando a los demás a imitarlo. Un poco más atrás, uno de los mejores arqueros del mundo: Iker Casillas. Si el portero del Real Madrid tuvo un mérito en esta Copa Mundial, ese fue su seguridad. Obsequió un solo rebote ante Paraguay que lo solucionó con un tapadón a Roque Santa Cruz en los minutos finales. En adelante, fue un espectador más dentro del campo. Finalmente, el la delantera un goleador de raza pura. Pero que encaja a la perfección en un rompecabezas fácil de construir. Definiendo cuando lo debe hacer y pasando el balón cuando es necesario. Cinco goles no son cualquier cosa en un mundial. Ya quisiera Raúl González estar parado en medio del estadio sudafricano cargando la copa y con cinco goles en el torneo. Pero la historia lo dejó en el pasado, y el presente tiene un nombre propio: España. De las selecciones que vi jugar al fútbol, esta es la mejor.